El pedo más largo de la historia
- Ángel Gávila
- 26 ago 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 sept 2024
¿Recuerdas esa sensación cuando entraste por primera vez en el hospital como Residente? Esa mezcla de emoción, miedo y la loca idea de que tenías que estar a la altura de lo que se esperaba de ti desde el primer día. Tranquilo, no estás solo. Todos hemos estado ahí, tratando de hacer malabares con nuevas responsabilidades, intentando impresionar a los adjuntos, y por supuesto, evitando a toda costa pedir ayuda. Pero, amigo mío, hoy vengo a decirte algo que puede cambiar tu vida de residente; algo obvio... lo obvio obviado: Pedir ayuda no te hace menos, te hace más.

La Trampa del "Yo Puedo Solo"
Imagina esta situación: estás en tu primera guardia como R1, todo es nuevo, las órdenes vuelan, y de repente te enfrentas a un paciente que te deja en blanco. "No sé hacer esto", piensas, pero ahí es cuando el ego entra en acción. "No puedo pedir ayuda, ¡van a pensar que no sé nada!, que soy un residente mediocre, que no tengo autonomía (completa la frase como quieras)". Error. Pedimos ayuda porque sabemos que lo más importante es el paciente, no nuestro ego.
La residencia es un maratón, no una carrera de velocidad. Y en este maratón, como un atleta de alto rendimiento que eres, pedir ayuda es como detenerte en un puesto de hidratación: te permite seguir adelante, con más fuerzas y con menos probabilidades de caerte por agotamiento.

¿Por Qué Nos Cuesta Tanto?
Hablemos de esa voz interna que te dice: "No molestes al adjunto por esto, apáñatelas", "Mejor espera un poco más, seguro que se te ocurre algo". La verdad es que el adjunto, por muy listo que sea, también fue residente alguna vez. También tuvo que aprender, equivocarse, y sí, pedir ayuda. Porque, ¡sorpresa! hasta los mejores especialistas, esos que te parecen brillantes y seguro de sí mismos, piden consejo de vez en cuando y la han cagado alguna vez. Y si ellos pueden, ¿por qué tú no? Se trata de cagarla cuantas menos veces y cuanto menos grave mejor.
El Pedo
Déjame contarte una anécdota. Estaba en urgencias, y me tocó atender a una joven inglesa con un dolor abdominal intenso que no paraba de gritar: I feel like I'm dying! ¡I feel like I'm dying!. La situación se complicó, y en mi mente solo podía pensar en una cosa: "No quiero cagarla". Así que, recordando el sabio consejo de una R mayor (si te quedas solo y no sabes qué hacer... llama a la UCI), decidí llamar a la UCI. ¿Qué pasó? Pues que cuando llegaron al box el equipo de UCI, la paciente soltó el pedo más épico y largo de la historia de la humanidad desde el homo habilis, y mágicamente, todo se resolvió. La paciente se curó y se sentó de maravilla.
Sí, llamé a la UCI por un pedo, ¡pero qué pedo fue, oye!
¿Qué aprendí de esto? Que es mejor pedir ayuda y que sea una falsa alarma a quedarte sin hacer nada y que el paciente sufra las consecuencias. Porque lo importante no es tu orgullo, es el paciente.

Ser Súper Residente: No es lo que Piensas
Para ser un Súper Residente no necesitas saberlo todo ni hacerlo todo solo. Necesitas ser inteligente, reconocer tus límites y, sobre todo, saber cuándo pedir ayuda. Así es como te conviertes en un Súper Residente. Da igual lo que los demás piensen de ti, porque como dijo Wiston Churchill (nunca pensé que mencionaría a Wiston Churchill en este post):
A los 20 no haces nada por lo que piensan de ti, a los 50 haces cosas aun lo que piensen de ti. A los 80 te das cuenta que nadie nunca pensaba en ti.
Conclusión: Tu Ego No Salva Vidas, Tú Sí
La próxima vez que te enfrentes a una situación que te supera, recuerda esto: pedir ayuda es un signo de fuerza, no de debilidad. Es la mejor manera de asegurar que haces lo mejor por tus pacientes y por ti mismo. Así que, deja el ego a un lado, coge el teléfono, y llama a quien tengas que llamar y despierta a quien tengas que despertar. Porque en este viaje de ser Súper Residente, pedir ayuda te hará llegar mucho más lejos.
Comentários